Un día fantástico, pero con un sabor un poco agridulce. Íbamos
a la entrega de los premios Juan Mayorga que otorga Escena Amateur con seis
nominaciones. Pero no obtuvimos ningún premio. Primero viene eso de “ haber
llegado hasta aquí ya es un gran premio”, y eso de “bueno, a seguir aprendiendo
de los mejores”, incluso aquello de “jolín, podían haber repartido un poco…”
Lo cierto es que no nos trajimos ninguna de esas butacas impares
que eran el trofeo en cada categoría, impar por la soledad del actor, impar por
la singularidad de cada acto escénico. Y nos fuimos a tomar las cañas de rigor
con ese regustillo triste, que suavizaban las palabras, aún en mi cabeza, de
Mayorga y de ese volcán sereno que es Nuria Espert.
Y como soy de mal dormir, voy haciendo
repaso desde esos primeros días en los que decidimos atrevernos con Divinas
Palabras. Algunos no tuvimos dudas, pero el que no dudó ni cejó nunca en el
empeño fue Chete Guzmán. Poniendo cada día el listón un poquito más alto, consiguió que venciéramos
la pena de perder a nuestro Pedro Gailo (nuestro querido Juan Cortés), que Yolanda
lo hiciera tan bonito que hasta su temblor fuera parte del montaje, que Mari
Gaila se sintiera seductora, que el Padronés controlara la navaja…en fin,
consiguió montar una obra de la que sentirnos orgullosos.
Después de un paréntesis cómico
y con sabia nueva en el grupo decidimos retomar la obra.
“¿Estáis seguros’” preguntó el “dire”
(feliz).
Y otra vez manos a la obra, a
meter los bajos de las faldas, a teñir camisas, a quitarle el genio a una nueva
Mari Gaila y a disfrutar de otra Tatula, pobre Eli, que ensayaba con su ataque
de lumbago, y luego no podía irse a casa derecha. También yo, en ese carretón que
tanto adoro, me quedaba sin rodillas en algún
ensayo. Pero no importaba si conseguía ser creíble por un momento (que mejor
recompensa que las palabras de Marga y de Esmeralda en esa representación de
Moratalaz, dos espectadoras que me abrazaban llorando, aun emocionadas, al
final de la obra).
Y otro programa de mano, María
(“jo, mamá, que estoy de exámenes…”)
Yo tengo mucho que agradecerle
a Divinas Palabras. Nos quedábamos sin Séptimo Miau y había que sustituirle con
premura. Entonces llegó Use, por azar, y, como canta Ana Belén, se instaló como
en su casa dentro de mi corazón.
Y ahora vuelvo a esta tarde sin
premio. Alguien nos dijo “¿pero cuantos venís de Unicornio, que no dejáis de
entrar…?”. Vuelvo a recordar que ahí,
entre otros 5 vestidos estupendos está uno de nuestros trajes, teñido, recosido…Nominados
al mejor vestuario.
Ahí está nuestro último cartel,
entre los seleccionados. Gracias María por el penúltimo esfuerzo.
Nuestra escenografía, también
nominada, y que bonita la lluvia cuando el escenario lo permite.
Esa foto de Manu, también nominada, porque los amigos y las
parejas en un grupo de teatro aficionado,
son parte sufriente, colaboradora, esencial.
Nuestra Tatula, nuestra Eli
nominada como mejor actriz de reparto.
Y finalmente DIVINAS PALABRAS
entre los siete montajes nominados al mejor espectáculo.
Por si fuera poco, las palabras
de Mayorga, haciendo suyos estos premios, valorando el teatro aficionado,
elevándolo a la categoría de imprescindible.
Y las de Nuria Espert.
Recordándolas ahora ya no siento ese regusto amargo. Cómo podría:
“Esta
habitación, esta tarde, es el centro del teatro del mundo.”
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